Después del roadtrip familiar por Marruecos, durante las Navidades de 1987, parte del equipo nos hemos vuelto a reunir, 30 años después, para recorrer parte de México: Ciudad de México, Michoacán, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.
Día 1. Llegada a Ciudad de México, desde España.
El primer día empieza con la llegada de mi familia al aeropuerto de Ciudad de México, provenientes de Madrid. Saludados, besados y abrazados, nos fuimos directos a alquilar una furgoneta para poder movernos los siguientes tres días por los estados de México y Michoacán, aprovechando que el lunes siguiente iba a ser festivo y teníamos tres días enteros para inaugurar el viaje.
Antes de cenar unos tacos, dejamos las maletas en casa y nos fuimos a pasear por la Condesa, donde mi madre y mis tíos pudieron ver a apenas unas calles de casa, la devastadora consecuencia del terremoto que tuvo lugar en Ciudad de México, apenas dos meses antes.
Después de cenar tacos, alambres, clamato con cerveza y toda variedad de salsas picantes, nos fuimos a dormir, ya que al día siguiente había que madrugar.
Día 2. Mariposas Monarcas y Pátzcuaro.
Mariposas Monarcas
Gracias al jetlag de mi madre y tíos, no costó mucho levantarse pronto. Durante el tiempo que estuvieron en Ciudad de México, mi madre, Blanca y yo, nos quedamos en casa del bueno de Ángel, aprovechando que estaba en Canadá, Brasil o Chile, ya que el tío viaja más que Willy Fog. El caso es que a las 4:45 h ya estaba duchada y lista para ir a casa a buscar al resto del equipo. A las 5:30 h, ya estábamos desayunando cafés con ensaimadas que habían traído de Palma de Mallorca: todo un lujazo, la verdad!
La idea del roadtrip del primer fin de semana era llegar a Pázcuaro, en el estado de Michoacán, para hacer base dos días en este Pueblo Mágico y, desde ahí, hacer varias excursiones a lugares cercanos, pero antes hicimos una parada obligada para inaugurar la temporada – literal- de las Mariposas Monarcas, Patrimonio Natural de la Humanidad, en el Estado de México.
Llegamos a Macheros alrededor de las 9:00 h, un pueblecito a las faldas del Cerro Pelón, que vive prácticamente de la temporada de cuatro meses en la que se avistan las mariposas. Después de un café de olla y galletas María en el bar del pueblo, nos fuimos a por los caballos que posteriormente nos llevarían durante prácticamente dos horas a la cima de la montaña. Confirmado, éramos los primeros en subir ese día, los primeros de la temporada 2017-2018.
Puesto que la temporada en la que más se avistan mariposas es en los meses con -ero, enero y febrero, ya había avisado a mi familia que no esperaran ver muchas, pero que ya sólo por el paisaje y el paseo en caballo, valía la pena subir. Había estado en tres ocasiones anteriormente y sabía lo que decía. La sorpresa llegó cuando, a medio camino, empezamos a ver cientos de mariposas. Casi tantas como habíamos visto en la cima años atrás, pero a una altura muy inferior, lo que auguraba una cima con miles.
Antes de llegar a la cima del Cerro Pelón, nos paramos en una explanada en la que se veían muchísimas más mariposas que las que había visto en las anteriores tres veces (a la vez). Ahí nos quedamos durante casi dos horas, disfrutando del espectáculo, del paisaje y de la tranquilidad del lugar. Un rato más tarde, se sumó una pareja de estadounidenses. En total, ocho turistas, incluyéndonos a nosotros, más los guías que nos acompañaban. Resulta increíble que, a menos de dos horas de Ciudad de México, con 21 millones de personas, más toda la población cercana a este santuario de la Mariposa Monarca, únicamente estuviéramos 8 visitantes el primer día de la temporada, en un evento único.
Nota: Michoacán es un estado que no tiene muy buena fama en cuanto a seguridad se refiere, algo que se confirma si uno lee las recomendaciones de cualquier consulado o embajada europea, como así se confirma en la del consulado de España. Tristemente, esto hace que Michoacán sea uno de los estados de México menos visitados, tanto por turistas locales como extranjeros. No voy a desmentir que existan episodios de violencia en este estado, pero creo que dejar de visitarlo por las noticias que aparecen en los periódicos o por lo que recomienda la embajada de tu país, sería el equivalente a dejar de viajar en coche porque continuamente hay accidentes en la carretera. Creo que si no viajas de noche, tomas precauciones y tienes un mínimo de sentido común, no tiene por qué haber ningún problema.
Pátzcuaro
A medio camino para llegar a Pátzcuaro, nos paramos a comer en Agasutaco, un restaurante de carretera donde meses antes ya había comido con mi padre, con quien, salvo un par de excursiones, ya había hecho esta ruta. El restaurante, sencillo y con falta de ortografía incluida en su nombre, no podía tener mejores tacos, además de tener buen precio.
A pocos kilómetros de llegar a Pátzcuaro, empezamos a buscar hotel en internet, pero ni en booking.com, ni en hotels.com había disponibilidad, a no ser que durmiéramos en cabañas, a varios kilómetros de la ciudad. Como no podía ser de otra forma, ya tenía a mi madre recordándome que debía haber reservado antes, considerando que se trataba de un puente. Razón no le faltaba, pues dos años antes, en el puente del 1 de mayo de 2015, ya nos había pasado en Xilitla, en el estado de San Luis Potosí, donde no quedaba una sola habitación de hotel en el pueblo y terminamos durmiendo en casa de una familia (pero bueno, eso ya vendrá en otro post). El ir siempre con hoteles reservados te limita mucho los viajes. Un viaje tiene que ser siempre flexible, para que la reserva de tres noches en un lugar que no resulta ser lo atractivo que esperabas, no te impida irte al siguiente destino y, por el contrario, quedarte uno o dos días más de lo previsto, si es que ofrece más atractivos de los esperados.
Al entrar al centro, después de una cola kilométrica, paramos en doble fila a preguntar, sin mucha esperanza, en un hotel de la Plaza de San Francisco: Hotel La Parroquia. Bingo! Tenían disponibilidad esa noche para tres cuartos dobles. Perfecto, ya sólo nos quedaba buscar alojamiento para la siguiente noche.
Esa tarde estuvimos paseando por las calles y plazas, entrando y saliendo de tiendas de artesanías y galerías, para acabar cenando en El Patio, un restaurante bueno, bonito y barato, al que también había ido con mi padre en marzo (objeto de otro post).
Día 3. San Juan Parangaricutiro.
El tercer día no pudo empezar de mejor forma: haciendo historia. Como habíamos madrugado mucho, no había ningún sitio donde desayunar, así que nos fuimos al Oxxo de la plaza principal, Plaza Vasco de Quiroga, nos hicimos con un café cada uno y nos acabamos las ensaimadas que dos días antes habían comprado en el Horno de Santo Cristo, en Palma de Mallorca. No sé yo si antes, en Pátzcuaro, alguien había comido ensaimadas compradas en Palma.
La excursión del día consistía en visitar los restos de la iglesia de San Juan Parangaricutiro, lo único que quedaba de una población que había sido arrasada por la lava del volcán Paricutín, que entró en erupción en 1943 y siguió activo durante los siguientes nueve años, arrasando también otras poblaciones cercanas.
Después de casi dos horas de camino para llegar a Angahuan, el poblado más cercano a la antigua población de San Juan Parangaricutiro, nos metimos por caminos rurales, hasta el punto que tuvieron que bajarse todos de la furgoneta para no tocar con las rocas del camino. Un kilómetro más adelante, apareció de la nada un paisaje de roca volcánica, cubierto parcialmente por vegetación y, con él, un camino por donde, sin estar asfaltado, todos se podían subir nuevamente al coche y seguir el camino.
Como a 500 metros de la antigua iglesia, dejamos el coche. Nos esperaba un paseo por la roca volcánica que un día sepultó casas, calles, comercios, colegios y algún que otro parque.
Día 4. Día de la Revolución. Desfiles en Janitzio y Tzintzuntzan.
Día 5. Centro de la Ciudad de México.
Día 6. Mercados de la Merced y Sonora y Xochimilco.
Día 7. Museo, Castillo de Chapultepec y mariachi.
Día 8. Mercado de San Juan, Ciudadela, Coyoacán y Garibaldi.
Día 9. Vuelo a Tuxtla, Chiapas. Cañón del Sumidero, San Juan Chamula y San Critóbal de las Casas.
Día 10. Cascadas de Agua Azul y Frontera Corozal.
Día 11. Yaxilán, Bonampak y Balamkú.
Día 12. Palenque, murciélagos y campamento en la selva.
Día 13. Calakmul, Sanctony y Campeche.
Día 14. Campeche, Uxmal e Izamal.
Día 15. Izamal, Chichén Itzá y la Tradicional Feria de la Vaquería en Izamal.
Día 16. Río Lagartos, Las Coloradas y Holbox.
Día 17. Holbox.
Día 18. Holbox y Bacalar.
Día 19. Bacalar.
Día 20. Tulum y Riviera Maya.
Día 21. Cenote Misterio Maya y Playa del Carmen.
Día 22. Despedida y cena en Beso Tulum.
Día 23. Spa y regreso a Ciudad de México.